Blog dedicado a la salud y las enfermedades

Espacios propios y compartidos… (Parte I)

15 June, 2009

Confundir amor con completud puede generar asfixia. La pareja no se fusiona, se vincula, y cada uno tiene sus propios intereses. Aquí, un resumen de buenos hábitos para ser felices de a dos y mantener un espíritu joven disfrutando de la verdadera felicidad.
En las parejas hay temas que son ya clásicos. Una y otra vez se habla, se escribe y se reflexiona acerca de ellos. Pero siguen allí, vigentes, generación tras generación, tallando las relaciones, generando luces y sombras en los amores que van buscando abrirse camino.
Uno de ellos, muy vigente por cierto, es el de cómo vivir los espacios propios en armonía con los compartidos, cómo hacer para que la unión no genere asfixia o dormidera y para que la vida en común sea eso: una vida y no una experiencia en automatismo, sin savia ni pasión.
Convengamos que, con ese fin, la metáfora de la naranja, tan usada como imagen del amor de pareja (media naranja), no ha ayudado. Ya son legión quienes escriben y proclaman aquello de buscar la “media naranja” que nos “complete” genera más perjuicios que beneficios.
De hecho, se arman grandes líos cuando las parejas, pasada la necesaria, liadísima y saludable etapa del súper metejón, se dan cuenta de que el amor es más que habitar esa completad “naranjistica” que poco puede durar si de evolucionar se trata.
Confundir amor con completad suele ser peligroso. Los que saben acostumbran decir que la pareja es una convocatoria a una tarea amorosa, un “arremangarse” para ir tallando una historia. No es, ni mucho menos, el final de esa tarea, sino, su inicio.
Cuando una persona no siente a su pareja como un “otro”, sino como una prolongación de sí misma pasan cosas muy curiosas y, en general dolorosas. Por ejemplo que el marido o la mujer pasen a ser algo así como objetos de inventario, o que de tanta “completad” las almas se duerman en el sueño de la chatura que, con el tiempo, termina en ruidoso y doloroso despertar.
El miedo en los vínculos (a la finitud, a la pérdida, a la aparición de terceros, al desborde…) genera un afán de seguridad basado ene l control mecánico del otro de las circunstancias.
La confianza en cambio, vence el miedo y permite el aire entre los miembros de la pareja, aire a través del cual circula el amor.

Publique su comentario

Usted debe de registrarse para escribir un comentario.